Una empresa es un sujeto que, al igual que una persona, un animal o una planta, está viva y va cambiando a medida que pasan los años. Nunca se puede ser igual cuando se está creciendo que cuando nos encontramos en el cénit de nuestra existencia. Vamos adquiriendo experiencias, habilidades y hábitos, así que terminamos modificando también nuestra estructura física. Eso es lo que sucede exactamente en el seno de todas las entidades de corte empresarial. Y, de hecho, es algo que hay que conservar puesto que ni el mercado ni la economía son los mismos en distintos puntos de la Historia.
Una empresa necesita ir cambiando su estructura a medida que va haciendo frente a nuevas necesidades. Ni que decir tiene que esa es una de las claves que puede explicar el éxito o el fracaso en lo que tiene que ver con la consecución de sus objetivos. La división del trabajo, de las competencias y de las funciones de las personas y departamentos que componen una empresa es básica para que la eficacia y la productividad sean habituales y se tenga la opción de acceder a un volumen de beneficios mucho mayor que incluso el que pudiéramos haber previsto en un principio.
En España, las empresas han tenido que pensárselo mucho en líneas generales para acometer un cambio de los que llamamos estructurales. Siempre hemos sido más partidarios del «mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer», y es verdad que muchas veces ha habido motivos para ello. Sin embargo, esta manera de proceder está cambiando y ahora somos mucho más partidarios de hacer cambios, principalmente porque hay muchos más medios que antes para valorar cómo pueden funcionar esos cambios. Eso es fundamental para animar a las empresas a que realicen modificaciones de las que se van a beneficiar en un tiempo.
¿Cuál es uno de los grandes motivos por los que las empresas españolas han empezado a acometer reestructuraciones en su seno? La crisis económica producida en 2008 primero y la llegada del coronavirus después han sido dos factores que podríamos considerar como indispensables en este sentido. De hecho, y según los datos que manejan desde Tu Plan de Negocio, las empresas que han acometido proyectos como de los que estamos hablando se han multiplicado por cinco desde antes de que llegara la primera de esas dos crisis. Después de dos experiencias tan traumáticas como la crisis de 2008 y la del coronavirus, las empresas sí que han empezado a ver con buenos ojos un cambio en su estructura y de las funcionalidades de sus miembros.
Muchas de las entidades que decidieron cambiar su estructura tras el primero de esos dos puntos pudieron sobrevivir al golpe generado por el segundo. Y muchas de las entidades que nacieron tras el año 2008 fueron conscientes de la necesidad de ajustar su estructura a esas nuevas necesidades sociales y empresariales surgidas tras ese punto, lo que les ha llegado a sobrevivir al impacto ocasionado por la pandemia.
Las que no han acometido cambios lo han tenido más difícil
Son muchas las empresas que se han visto obligadas a cerrar sus puertas de un modo definitivo como consecuencia de la pandemia. Así lo hace saber una noticia que vio la luz en la página web de la sección Cinco Días, de El País. Según esta información, el coronavirus se ha llevado por delante a 207.000 empresas y a más de 300.000 autónomos, lo cual es una verdadera desgracia para todos y cada uno de los sectores de producción y servicios de este país.
Buena parte de todas esas entidades que no han podido superar la situación en la que nos hemos visto envueltos no acometieron una reestructuración para intentar soliviantar los problemas ocasionados por la pandemia. Hay que tener en cuenta que, como consecuencia de todo lo que hemos vivido, la sociedad no es la misma que la que sí era en 2019. Ahora hay otras necesidades y otras prioridades. Y, si no las detectamos y sí lo hace nuestra competencia, es lógico que nos adelanten por el carril de la izquierda a toda velocidad y sin que nos demos cuenta.
Todavía está por ver el impacto a largo plazo de esta pandemia. Hay empresas que no han cerrado pero que sí han pegado un bajón como consecuencia del cambio de mentalidad ocasionado por el coronavirus. Aunque de momento puedan sobrevivir y vivir de las rentas, el futuro a medio plazo se les puede poner cuesta arriba si no son capaces de empezar a trabajar de otra manera. Y ojo, que esta es una situación en la que pueden verse inmersas empresas de todos los sectores. Ojalá que todos los problemas que puedan llegar a tener se resuelvan de un modo satisfactorio. Pero, para eso, hay que dar el do de pecho.