Así es vivir con apnea del sueño.

No sé exactamente en qué momento empecé a dormir mal. Supongo que fue algo progresivo, como si el cuerpo empezara a apagarse poco a poco cada noche, sin darme cuenta de lo que estaba pasando. Al principio pensaba que era estrés, que estaba más cansado por el trabajo o que simplemente me costaba desconectar. Pero la cosa fue a más, y llegó un punto en el que levantarme por la mañana era como salir de una pelea con un oso: exhausto, con la cabeza embotada y una sensación constante de haber dormido fatal, aunque supuestamente había estado en la cama ocho horas.

La verdad es que vivir con apnea del sueño no es solo estar cansado…Es como vivir a medias. Y no lo digo por dramatizar: te cambia el humor, te destroza la concentración, te hace sentir que todo requiere el triple de esfuerzo. Pero, sobre todo, es frustrante, porque durante mucho tiempo no sabes qué te pasa. Y aunque el cuerpo da señales, no siempre las entendemos.

Cuando dormir deja de ser un descanso.

Yo era de los que roncaba, pero nunca le di importancia, ya que, ¿Quién no ronca de vez en cuando? Mi pareja se quejaba, claro, pero es lo típico: te mueves, das la vuelta, y sigues durmiendo. Pensaba que era algo sin más. Hasta que una vez me dijo que me quedaba en silencio varios segundos en mitad de la noche, que dejaba de respirar y parecía que me ahogaba.

Ahí me dio un poco de miedo, porque lo de roncar vale, pero ¿dejar de respirar? Eso ya no sonaba tan inocente.

Durante el día me pasaba algo curioso: aunque me acostara temprano, me levantaba igual de cansado. Me dolía la cabeza, sentía los músculos como si no hubieran parado en toda la noche y tenía un humor de perros. Pero lo más extraño era cómo se me olvidaban las cosas. Iba a la cocina y no sabía a qué. Me costaba seguir conversaciones. Estaba siempre medio atontado, como si estuviera en un sueño raro, pero despierto. Y eso no es vida.

Durante meses, me negué a pensar que algo serio pasaba, ya que normalmente uno no quiere reconocer que tiene un problema de salud (y menos aun cuando tienes treinta y pico y se supone que deberías estar en tu mejor momento). Me compré una almohada especial, probé infusiones, dejé la cafeína y hasta intenté dormir de lado con una pelota de tenis en la espalda (sí, eso existe, lo vi en internet): pero nada funcionaba.

Un día de hecho, me quedé dormido en el trabajo. No cinco minutos, no una cabezada. Me quedé KO delante del ordenador y me despertó mi jefe. Fue entonces cuando me dije: vale, esto ya no es normal.

Mi primera petición de ayuda.

Sinceramente, decidir ir al médico me costó. No porque tuviera miedo al diagnóstico, sino por esa sensación de que quizás me iban a decir que todo estaba en mi cabeza, que era ansiedad, que debía relajarme más o dormir mejor. Pero esta vez yo sabía que no estaba exagerando.

El médico de cabecera fue directo: “Podría ser apnea del sueño”. Y me habló de un estudio del sueño, algo que nunca había oído. Me recomendó hacerme uno cuanto antes, y me puse a buscar opciones que no tardaran meses. De modo que contacté con la Clínica Dental Clara Santos, ya que ofrecían un estudio del sueño. Lo mejor sin duda fue que no tenía que ingresar en un hospital, podía hacerlo todo con comodidad y sin esas listas de espera eternas.

De modo que me dieron un equipo que se colocaba en casa durante la noche para monitorizar el sueño, la respiración, el oxígeno, etc. Algo sencillo pero muy eficaz.

Cuando me dieron los resultados, no hubo sorpresas… pero sí impacto. Tenía apnea del sueño de tipo moderado. Durante la noche, dejaba de respirar más de 20 veces por hora, lo cual significaba que mi cuerpo estaba entrando en estado de alarma constantemente, sin que yo me diera cuenta. Y claro, con eso era imposible descansar de verdad. Mi cerebro no podía llegar a las fases profundas del sueño, por lo que me estaba levantando cada día como si no hubiera dormido en absoluto, aunque técnicamente lo había hecho.

No voy a mentir: me asusté. Porque de pronto empecé a entender muchas cosas: mis cambios de humor, el cansancio constante, la dificultad para concentrarme ¡Todo tenía sentido! Pero también sentí alivio, porque al menos ahora sabía lo que tenía, y podía empezar a hacer algo al respecto.

Empezar a vivir con una máquina.

El tratamiento más común para la apnea del sueño es la CPAP, una máquina que te ayuda a respirar durante la noche manteniendo las vías abiertas con una presión constante de aire. A decir verdad, la idea de dormir con una máscara puesta no es precisamente atractiva (me parecía una escena sacada de una peli de ciencia ficción) pero era una solución, no cabe duda.

De hecho, la primera noche que la usé, me desperté con una sensación distinta. Mi cuerpo no dolía. Mi cabeza no estaba nublada. No me había levantado veinte veces al baño. Me sentía… descansado. Por primera vez en años.

Aunque no te voy a decir que fue fácil adaptarse: al principio me molestaba el ruido, el tubo, la sensación de tener algo en la cara. Pero poco a poco, con ajustes, paciencia y apoyo, la máquina se convirtió en mi aliada.

Cómo es compartir cama cuando uno duerme con una máquina.

Una de las cosas que más me preocupaban cuando empecé a usar la CPAP era cómo iba a afectar eso a mi pareja. Dormir con alguien ya implica adaptarse: cada uno tiene su postura, sus manías, sus ruidos… y yo encima iba a sumar una máquina con tubos y una mascarilla en mitad de la cama. Me imaginaba escenas ridículas, como si estuviera enchufado a una nave espacial, y me daba apuro.

Para mi sorpresa, mi pareja se lo tomó mucho mejor de lo que esperaba. Me dijo que lo importante era que yo estuviera bien, y que, si eso significaba dormir con una máquina, pues adelante. La primera noche que la usé, reconozco que estaba nervioso. Pensaba que el ruido o el aspecto le iban a incomodar, pero fue todo lo contrario: “¡Por fin no roncas!”, me dijo entre risas al despertar.

Con el tiempo, dormir con la CPAP se volvió parte de nuestra rutina. Incluso me ayuda a ponérmela si me estoy quedando dormido en el sofá. Lo que antes me parecía un obstáculo para la intimidad o para compartir espacio, se convirtió en una muestra de cuidado mutuo. Ahora, en lugar de despertarla con ronquidos o sobresaltos por dejar de respirar, puedo dormir tranquilo… y ella también. La apnea, si no se trata, puede ser dura también para la persona que duerme a tu lado. Pero con comprensión y un buen tratamiento, no solo duermes tú mejor, también tu relación respira.

El cambio en la vida diaria.

Vivir con apnea del sueño no es algo que desaparezca de un día para otro. Hay que aprender a convivir con ello, a entender que tu cuerpo necesita ayuda para hacer algo tan básico como dormir… Pero una vez tienes el diagnóstico y el tratamiento adecuado, la diferencia es abismal.

Ya no me duermo en el trabajo, no me duele la cabeza cada mañana, he vuelto a tener energía para hacer cosas, para quedar con amigos, para salir a caminar sin sentir que voy arrastrándome, y lo mejor: vuelvo a disfrutar de los sueños, porque antes no soñaba nunca o tenía pesadillas, y ahora todo es mejor.

También he tenido que cambiar algunos hábitos: cuidar más lo que ceno, evitar el alcohol por la noche, mantener horarios estables, bajar un poco de peso… Cosas que ayudan a mejorar el sueño en general. Pero no lo siento como una carga, al contrario; ahora tengo la motivación de sentirme mejor.

Lo que nadie te dice.

Cuando cuentas que tienes apnea del sueño, la gente suele pensar que simplemente roncas mucho. No entienden el agotamiento, la frustración, la sensación de vivir en modo zombi. Es una condición silenciosa, pero con un impacto brutal en tu calidad de vida.

Y tampoco se habla mucho del miedo, pero créeme, da mucho miedo pensar que cada noche puedes dejar de respirar. Que algo tan básico como dormir se convierta en un riesgo, y que estés destruyendo tu salud sin saberlo. Yo estuve años así, sin saberlo, y me habría encantado que alguien me contara lo que era la apnea, que me advirtiera de las señales, que me dijera que no era normal sentirse tan cansado todo el tiempo.

Por eso, si tú que estás leyendo esto sospechas que puedes tener apnea, no lo dejes pasar. No lo tapes con café, no lo excuses con estrés. Ve a hacerte un estudio, busca ayuda, hay soluciones y créeme, dormir bien cambia todo.

Después de vivir tanto tiempo sin descansar de verdad, he aprendido a valorar el sueño como nunca. Dormir no debería ser una lotería; dormir bien es una base, y cuando no la tienes, todo se tambalea. Hoy, gracias al diagnóstico, al tratamiento y al apoyo que recibí, vivo con apnea del sueño, sí, pero no es la apnea la que manda. Soy yo quien tiene el control, y eso lo cambia todo.

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