Delegar en mi empresa me ha devuelto mi salud mental

empresa

Cuando empecé mi empresa, lo hice con toda la ilusión del mundo. Era agosto y hacía calor, ¡mucho calor!, pero a mí me daba igual. Tenía las ideas claras, muchas ganas de trabajar, y sobre todo, una pasión desde hacía muchísimas años: escribir. Desde muy pequeña, la escritura me ha acompañado. Me hacía feliz de una manera que pocas cosas lo hacen. Así que cuando decidí emprender en el sector editorial, no lo dudé ni un segundo.

Durante los primeros meses, todo era emoción. Cada encargo que llegaba era una oportunidad, cada cliente una historia nueva que contar. Empecé a escribir libros para otros como escritora fantasma, a corregir textos, a ilustrar cubiertas, y también a redactar artículos como este, para ayudar a otras personas. Me sentía útil, productiva y viva.

Pero lo que no vi venir fue que, sin darme cuenta, estaba llenando mi día con tareas que no tenían fin. Literalmente. Había días que no me daba tiempo ni de salir a caminar. Y no es una forma de hablar: lo único que veía era la pantalla del ordenador. Saltaba de un texto a otro, respondía correos, hacía facturas, preparaba propuestas, publicaba en redes, y entre medio, intentaba comer algo rápido.

Todo lo hacía yo. Todo. Y, aunque me costó admitirlo, aquello no era sostenible.

 

Cuando todo empezó a pasarse de la raya

Recuerdo un día en el que llevaba varios encargos acumulados, tenía un cliente esperando una entrega urgente, y otro al que todavía ni siquiera le había respondido porque no encontraba un hueco. Me dolía la cabeza desde por la mañana, no me había levantado de la silla en horas y, cuando mi esposo entró a decirme que la comida estaba lista, le dije que no podía parar. En su cara vi una mezcla entre tristeza y preocupación. Y ahí me di cuenta.

No solo estaba agotada, sino que me estaba alejando de la vida que quería. Esa vida en la que podía escribir con calma, disfrutar de mis clientes, tener tiempo para estar con la persona que amo, y sobre todo, descansar. Porque, aunque parezca que descansar es perder el tiempo, cuando emprendes sin controlar lo que tienes entre manos, el descanso es lo que te salva. Y yo ya no descansaba. Ni de día, ni de noche. Era horroroso.

Aquella misma semana, una noche no pude dormir. Me levanté a las cuatro de la mañana con ansiedad. Tenía la sensación de que si soltaba una sola cosa, todo se me iba a caer encima. Como si el más mínimo descuido pudiera hacer que el negocio se viniera abajo.

Y no, no exagero. Es muy fácil caer en esa trampa cuando trabajas sola. Te crees que si no haces tú las cosas, nadie las va a hacer bien. Y eso te lleva a un callejón sin salida.

 

Tomé una decisión para mí que lo cambió todo

Después de esa noche, lo hablé con mi esposo y le dije que no podía más. Que tenía que buscar ayuda, aunque me costara confiar en otras personas. Él me escuchó con paciencia, como siempre, y me dijo algo que no se me olvida: “Si este negocio lo has creado tú, también puedes decidir cómo quieres vivir de él”. Y tenía razón.

Fue entonces cuando empecé a buscar profesionales que pudieran ayudarme con todas esas tareas que me estaban quitando el aire. No solo tiempo, sino también salud mental. Delegar fue, al principio, difícil. No por falta de personas competentes, sino porque soltar el control asusta. Pero cuando encontré los perfiles adecuados, la cosa empezó a cambiar.

 

Servicios que me ayudaron muchísimo

Investigué y descubrí empresas como Somos Asistentes, que son profesionales que se encargan de hacer ciertos servicios por ti para ayudarte en tu día a día, y descubrí que había varias cosas que podían serme de gran ayuda:

  1. Contraté servicios administrativos que se encargan ahora de todo lo que tiene que ver con la facturación, organización de gastos e ingresos, pagos, cobros y archivo de documentos.
  2. También sumé apoyo en tareas de secretariado: responder correos, gestionar citas, preparar presupuestos, recordar fechas importantes, hacer seguimientos con los clientes.
  3. Y por último, incorporé a una persona que me apoya en tareas de marketing digital: publicaciones en redes sociales, análisis de resultados, planificación de contenidos y campañas pequeñas… lo que se llama community manager

 

¿Qué ha cambiado desde entonces?

Podría resumirlo en una palabra: todo. Ahora tengo tiempo para respirar, para leer por placer, para dedicarle a cada texto la atención que se merece. Trabajo con más calma, con más atención, y, además de eso, duermo mejor. Y lo más importante: estoy disfrutando de nuevo lo que hago.

También he vuelto a tener vida personal. Y no me refiero solo a salir o descansar. Me refiero a estar presente. A comer con mi esposo sin mirar el móvil cada tres minutos. A mirar por la ventana sin pensar que estoy perdiendo el tiempo. A ponerme una peli sin sentir culpa. A planear la luna de miel que llevamos dos años sin hacer. Y sí, por fin la vamos a hacer. Tranquila de saber que mi empresa no se va a hundir porque he dejado las cosas organizadas, con personas responsables que saben lo que hacen.

 

Los peligros de querer hacerlo todo sola

Llevarlo todo tú sola es muy difícil. Y no solo físico, sino mental y emocional. Te vuelves impaciente, irritable, insegura. Pierdes perspectiva. Y lo peor es que te olvidas de por qué empezaste. Eso es lo que más me dolió, darme cuenta de que algo que amaba tanto como escribir me estaba poniendo enferma y de mal humor. Estaba empezando a no gustarme.

Por eso decidí tomar medidas antes de que el negocio se llevara por delante mi salud. Y no exagero. Cuando vives con la sensación constante de que todo depende de ti, tu cuerpo lo nota. Las contracturas, las migrañas, los despistes. La mente va tan rápido que te olvidas hasta de comer. Y eso no puede ser el precio de tener un proyecto propio.

 

Las ventajas reales de delegar

Para mí, delegar no ha sido solo una solución práctica. Me ha obligado a confiar, a organizar mejor mis tiempos, a definir mis prioridades. Y también a poner límites. No todo es urgente. No todo tiene que hacerse hoy. No todo tiene que pasar por mí.

Además, trabajar con otras personas me ha dado nuevas ideas. Me han ayudado a ver cosas que sola no veía. Han mejorado procesos, han aportado frescura y, sobre todo, me han permitido centrarme en lo que realmente sé hacer: escribir, editar, ilustrar. Lo que me hace feliz. Porque sí, quiero que mi empresa crezca, pero no a costa de quemarme por dentro.

También es bonito ver cómo otras personas crecen contigo. Ver que puedes generar trabajo, colaborar, confiar. Y no necesitas tener una empresa enorme para eso.

A veces, solo hace falta que alguien te eche una mano para que todo fluya mejor.

 

Volver a vivir, no solo trabajar

Hace unos días me di cuenta de que había pasado toda una tarde sin abrir el correo. No porque se me olvidara, sino porque no me hizo falta. Y en lugar de sentir ansiedad, sentí libertad. Me tomé un café sin mirar el reloj. Leí un rato con mi esposo sin pensar en lo que me quedaba pendiente. Pude estar presente, y presente de verdad.

Volver a vivir también es eso. Saber que puedes soltar sin que todo se derrumbe. Saber que puedes confiar. Saber que no necesitas hacerlo todo sola para que salga bien. Y, sobre todo, saber que nadie va a venir a darte ese espacio: tienes que dártelo tú.

Sigo siendo parte de todo, claro. Tomo decisiones, reviso entregas, organizo el calendario. Pero lo hago desde otro lugar. Desde la tranquilidad. Desde el amor por lo que hago.

Ahora sé que cuidar de mi empresa no tiene por qué ser incompatible con cuidar de mí. Que mi salud, mi descanso y mi vida personal también importan. Y que emprender no debería ser una forma de arrastrarse, sino de encontrar tu manera de estar bien.

 

Aprender a soltar para poder avanzar

No me considero una experta en emprendimiento, ni pretendo dar lecciones a nadie. Solo sé que, si estás empezando un proyecto o llevas tiempo llevándolo todo tú sola, merece la pena parar un momento y preguntarte: ¿esto me hace bien? ¿Estoy disfrutando del camino o solo sobreviviendo?

En mi caso, delegar ha sido la puerta de salida de un laberinto que yo misma construí. Ahora camino más ligera. Con la cabeza más clara. Con el corazón más tranquilo.

Y si este texto te ayuda a plantearte aunque sea por un segundo si tú también necesitas soltar un poco, entonces ya ha valido la pena escribirlo. No tienes que hacerlo todo solo. No tienes que llegar al límite. Puedes cuidarte mientras haces crecer lo que amas. Delegar no es perder el control, es recuperar tu vida.

A mí me ha devuelto las ganas, la calma y el tiempo. Ojalá tú también encuentres tu forma de respirar un poco más hondo. Porque un proyecto bonito también merece una vida bonita detrás.

Articulos recientes