Durante el último cuarto de siglo la alta competencia entre empresas, debido al exceso de oferta y a una demanda más selectiva, hizo que la Producción experimentara un fuerte cambio, de manera que la calidad y la eficiencia –uso de los recursos mínimos imprescindibles– han venido siendo los motores de los nuevos sistemas productivos. Y es aquí donde surge la figura de la logística.
Logística es la función de la empresa encargada de llevar el producto correcto, al lugar correcto, en las condiciones de cantidad y calidad correctas, en el momento correcto y con los costes mínimos. Así de simple, pero de complicado. S
Todo proceso de producción ha de estar dispuesto a suministrar las cantidades de productos finales que se demanden en todo momento, para ello dispondremos de dos posibilidades: una, emplear los inventarios para mantener una capacidad de producción estable, de manera que cuando la demanda cae por debajo de la capacidad, nos encontramos produciendo para el almacén y al contrario, cuando la demanda de productos finales supera la capacidad, aquellas cantidades que no alcanzamos a producir se obtienen del almacén.
Dos fases
Una primera fase, que podemos denominar dirección de materiales, en la que se incluye la preparación de las materias primas y el trasporte de las mismas hasta el centro de producción.
Otra segunda fase, denominada de distribución o comercialización, que se inicia cuando el producto terminado sale de la fábrica y finaliza con la entrega al consumidor. El conjunto de intermediarios y actividades constituye lo que se denomina la red logística.
Ésta puede ser más o menos extensa según sea el tipo de producto, la localización de los mercados, etc. En la red logística pueden intervenir suministradores, fabricantes, almacenes varios y puntos de venta, hasta que el producto llega al cliente.
Importancia de un almacén
Como hemos visto anteriormente, el almacén es un elemento que interviene en la red logística y tiene gran importancia tanto para la empresa en particular, como para la red logística en general, ya que sirve de elemento regulador en el flujo de mercancías.
Un almacén bien gestionado da equilibrio a la gestión empresarial en general, pues es capaz de estabilizar la producción con la demanda, ya que intenta sincronizar las distintas carencias entre la fabricación y la demanda y además supone un suministro permanente a los clientes. Por ejemplo, si para la construcción de un automóvil se requiere un plazo de una semana, mientras que la demanda del mismo es diaria, semanal, mensual… es necesario —para lograr un ajuste entre oferta y demanda— producir una cantidad de automóviles que constituya un conjunto de existencias, con el fin de ofrecerle al cliente el automóvil en un tiempo prudencial y que éste no se vaya a la competencia.
Tipos de almacén
Según su función en la red logística podemos distinguir los almacenes siguientes:
Almacén de consolidación.
Es el almacén en el que se concentra una serie de pequeños pedidos de diferentes proveedores, para agruparlos y así realizar un envío de mayor volumen. Este tipo de almacén tiene la ventaja de que reduce los costes de transporte al agrupar varios pedidos en uno de mayor tamaño; permite aplicar la técnica del Just in Time y favorece el flujo de los productos a los clientes.
Almacén de división de envíos o de ruptura. Es el almacén en el que se realiza la función contraria a la del caso anterior, es decir, cuando un pedido es de gran volumen para enviarlo al cliente, en este almacén se divide para realizar envíos de menor tamaño.
Como hemos visto en el apartado anterior, disponer de un almacén en las condiciones adecuadas supone una fuerte inversión y origina unos costes de almacenamiento, pero sinceramente merece la pena.